Historias que cuenta la selva
Fin. Por fin. Termino hoy, esta tarde, mi quinto libro de viajes. Son 28 historias de 5 aventuras en la Amazonia ecuatoriana. Un centenar de páginas, que son pocas. Falta mucho por decir. Pero esta vez solo quería contar la historia de alguien muy pequeño e insignificante (yo) en un lugar demasiado grande y mágico (wasi).
Toca a esperar a junio para verlo y leerlo. Pero las palabras, mejor o peor, ya se han juntado. Gracias a tod@s los que me habéis ayudado en esta aventura (todos maestros, todos hermanos). Han sido unos meses de cierto “aislamiento” y de mucho silencio para recordar y buscar. Algunos amigos me acusaron de no ser un “buen amigo”, por desaparecer. Y tenían mucha razón. Pero créeme, es necesario. Este “oficio” te lo exige. Y no es fácil. Le debía este libro a Ecuador, el primer país que conocí de América. A demasiados niños descalzos. Y a ese pulmón verde, con nombre de mujer guerrera, que grita herido. Ahora las líneas están escritas. Decía Heine que “no hay nada más silencioso que un cañón cargado”. Y dijo Baum que “las palabras no hacen más que ocultar la realidad”. Una cosa o la otra. Da igual. Esto nunca se acaba. Pronto, seguro, vendrá otro proyecto, otra idea. Y tocará volver a ese mismo sitio…
Hay un bar (de perdedores) donde suelen reunirse el periodismo, la poesía y la ficción novelada. A la mesa de al lado, llega casi siempre la soledad que suele juntarse con los recuerdos. A veces, no siempre, aparece la melancolía. Otras, la esperanza, pero ésta siempre debe irse temprano. Estos encuentros no suelen acabar bien. Pues fue allí. En ese lugar se escribió «Yunka wasi», un libro de historias que cuenta la selva.