Yo no quiero viajar
Yo no quiero viajar si el viaje se hace para luego decir simplemente: “Estuve allí”. Yo no quiero viajar con “esas” ONG solidarias que cobran a los cooperantes (y que, a fin de cuentas, poco cooperan…). Yo no quiero viajar en esos viajes donde todo se observa desde la distancia y a través de la ventana de un autobús. Yo no quiero viajar a paradisíacos y amurallados resorts que construyen oasis artificiales de falsa opulencia en países (tan) míseros (como llenos de riqueza). Yo no quiero viajar en excursiones organizadas donde todo está previsto (incluso, lo imprevisto). Yo no quiero viajar en la piel de ese “falso explorador” que se entromete en los barrios, en las casas, en las vidas de los más débiles, pobres e indefensos. Yo no quiero viajar para creerme un entendido, un experto, un erudito. Yo no quiero viajar sabiendo (o creyendo saber) todo sobre el destino escogido. Yo no quiero viajar desconociendo totalmente el lugar al que me dirijo. Yo no quiero viajar para enseñar. Yo no quiero viajar para “estar”. Yo no quiero viajar para “ir”…
Yo quiero viajar en esos viajes que dejan huella (a veces, dulce; muchas otras veces, amarga).Yo quiero viajar aunque se pierda mi maleta. Yo quiero viajar para aprender (y, especialmente, para desaprender). Yo quiero viajar en esos viajes que empiezan con tanta ilusión (y terminan con tanta melancolía…). Yo quiero viajar para ver, para escuchar, para sentir… Yo quiero viajar al pasado, al futuro y, por encima de todo, quiero viajar al presente. Yo quiero viajar para perderme. Yo quiero viajar para encontrarme (y encontrarte). Yo quiero viajar buscando respuestas (y regresar cargado de preguntas). Yo quiero viajar solo. Yo quiero viajar acompañado. Yo quiero viajar contigo. Yo quiero viajar para “ser”. Yo quiero viajar para que “ir” signifique “volver”.